Es el promedio para todo el país sobre un total de 12.000 casos por año. El alto número de muertos en calles y rutas es sólo la punta del iceberg. El año pasado, 35.770 personas sufrieron lesiones graves. La mayoría son menores de 30 años.
Aún en los cálculos más optimistas, decenas de miles de personas, en su mayoría muy jóvenes, resultan heridas cada año en siniestros viales, los mal llamados accidentes de tránsito. Según el banco de datos del ISEV (Instituto de Seguridad y Educación Vial), el año pasado 35.770 personas sufrieron lesiones graves, una cifra superior a la de 2006 (31.025). Muchos se recuperarán, pero por lo menos un tercio de los heridos, cerca de 12.000 personas, unas 33 por día en promedio, quedará con discapacidades físicas permanentes.
"El progreso en la medicina prehospitalaria y en la recepción del traumatizado generó un mayor número de secuelados y de discapacitados permanentes", observa el doctor Gustavo Tisminetzky, jefe de la Unidad Urgencia del Hospital Fernández. Dicho de otro modo, cuando actúan tras un choque o un vuelco, los médicos salvan cada vez más vidas, pero muchas veces no pueden evitar las consecuencias irreversibles.
Mejorar en los cuidados inmediatos y en la atención de los heridos serán objetivos del 18° Congreso Argentino de Terapia Intensiva y del 3° Congreso Argentino de Patología de Urgencia, Emergentología, Trauma y Cuidados Críticos, que se harán en forma conjunta entre mañana y el domingo en el hotel Hilton. "El encuentro servirá además para que los médicos armen un registro empírico paralelo, a falta de registro oficial", señala el doctor Eduardo San Román, presidente del congreso y ex titular de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI).
El número de víctimas fatales del tránsito es una incógnita persistente. Las cifras oficiales varían según la fuente, y son cuestionadas por las entidades dedicadas a la seguridad vial. En cuanto a heridos también hay serias diferencias: 174.339 en 2007 según el Sistema Nacional de Vigilancia de Lesiones del Ministerio de Salud; y 90.641 según el Registro Nacional de Antecedentes de Tránsito, en ambos casos sin distinción de gravedad.
Los números disponibles deberían alcanzar para evitarlo: 6 de cada 10 heridos graves tienen menos de 30 años, lo que implica costos inmensos de todo tipo. El doctor Jorge Neira, ex presidente de la SATI y del SAME menciona la teoría del iceberg: lo que se ve son los costos en atención médica, los administrativos (etapa sumarial y judicial), y los materiales.
"La etapa más cara del traumatizado la 'primera semana la paga el Estado', observa Tisminetzky. "Después empieza la pelea entre la obra social o prepaga y el seguro, a ver quién se hace cargo del resto", comenta San Román.
"Lo que no se ve es mucho mayor", observa Neira: las décadas de ingresos perdidos por discapacidad, y los costos para atenderla. Un trabajo realizado por el Foro de Investigación en Salud, del Ministerio de Salud, apunta que a ese cálculo falta incorporar "la pérdida de ingresos de las personas que cuidan a la víctima, y la valoración económica de la calidad de vida perdida a causa de las lesiones".
"Este es un costo que paga la sociedad", recalca Neira. Tanto los médicos especializados como varios sobrevivientes de siniestros viales consultados por Clarín subrayan que, además, en la Argentina hay muy pocos centros dedicados a la rehabilitación de discapacitados. A esto se suma que las calles y los entornos públicos tienen escasa accesibilidad.
Algunas de las lesiones más graves son las que más han aumentado en los dos últimos años y que sufren los motociclistas. "En el hospital Fernández, durante el día día recibimos a dos o tres motoqueros; y por la noche, a ciclistas que hacen delivery, señala Tisminetzky. En el conurbano las lesiones se producen por los remís en mal estado, que se usan por la falta de colectivos nocturnos".
Los emergentólogos proponen categorizar y acreditar los hospitales como centros de trauma. Y además, dar capacitación comunitaria en prevención. "La prevención es para todos, todo el tiempo, recalca Neira. Cuando alguien se descuida, se pone en riesgo".
Fuente: Diario Clarín
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